jueves, septiembre 29, 2016

Refugio


 
 
 













 
 
 
Cruzando las miradas con Pablo Pino, cantante de “Cielo Razzo”, y ambos cantando y meneando la mano, balbuceando: “Y otra más, otra vuelta más”, siento que me refugio en este instante de tiempo, que, uno puede decir que ya pasó, pero queda en mi memoria como un argumento embelesado, donde, cada vez, que me abstraigo del mundo y de mi entorno. Tal vez, la relación no sea real, es simplemente una exageración de la idealización hacia alguien, algo, una vivencia, un momento de alivio. Eso es lo que llamo “refugio”, cuando el alivio invade mi calma, y generalmente, es una conversación, un plan, un evento, que planificamos mi cabeza y yo. 
Igualmente hay excepciones, un sábado he vuelto a un lugar en Palermo, donde solía pedir un vaso de vodka, lo bebía lentamente, música de fondo, y yo sólo con mi pensamiento, como cuidándome, reflexionando, delante de la gente que no me conoce y que, supongo no tiene interés de hacerlo.
Esta vez lo hice con un contigente lleno de gente del exterior: alemanes, suizos, mexicanos, brasileros, excepto. El dueño y el barman me reconocieron esto, porque yo pasé muchas noches allí, tomándolo como un refugio de la “realidad” impuesta. Pero ¿Esto no es relevante? ¿Qué tengo que manejarme con lo que hago laboralmente o cuantos fracasos deportivos tengo? No, dejá, tampoco voy a hablar de otros.  Este lugar es un refugio, pero tengo que pagar el precio de lo que me genera el alcohol en el estómago. Aunque del lado bueno, además de ser mi lugar, es que me anestecio y pongo mi cabeza en blanco
Desde chico me gustó enfrentarme a gente que no tiene que ver conmigo, y así, fortaleciendo mi refugio mental, realizando algo que me calme.
Entiendo que el progreso es la comparación del uno con el otro y tratar de ser mejor que el otro, para ahogarlo y hacer cuanto valor agregado tiene el otro con respecto a mi supuesta sórdida vida.
Suelo ser un tipo efímeramente social, tal vez, una o dos reuniones parezca encantador, social, pero después soy apático y amargo, porque realmente ya no tengo nada que decir, porque lo que realizo cotidianamente, incluso lo que pienso, no tiene nada que ver con el resto.
Así que prefiero dialogar, reflexionar, aprender, aprehender, analizar, etc, lo que elijo como lectura. Porque se suele enjuiciar, generalizar, ostentar, y de todo eso me es muy difícil intercambiar opiniones.
En definitiva, los refugios que tengo hoy, son los conciertos de rock de bandas que elijo, leer, aprender  idiomas (que no aplico un carajo lo que leo), salir a caminar, ir al cine o ver alguna película en casa.
Todo lo demás me parece un sucio mercadeo que excede lo esencial y aparecen conceptos como culpa, responsabilidad, deuda y otros duros conceptos. Ya se que me conviene, porque no puedo vivir sin la interacción con el otro para dar y recibir cariño, jugar a juegos de más de 1, compartir momentos que pueden resultar divertidos.  Que sin esto último no se podría complementar con el 75% de las acciones de mi vida que son en soledad.


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